Publicado el 27-01-2025 | Autor: Un cibernauta milenario
El fútbol base debería ser un espacio de aprendizaje, convivencia y disfrute para jóvenes jugadores y sus familias. Sin embargo, un reciente partido de la liga regional cadete en Menorca se convirtió en el epicentro de una batalla campal que involucró tanto a jugadores como a familiares.
Todo comenzó en los últimos minutos de un encuentro entre el Atlético Villacarlos y el Ciutadella, disputado en Es Castell. Un penalti a favor del Ciutadella, sumado a la expulsión de un jugador local por mano, encendió los ánimos en el terreno de juego. Las tensiones se desbordaron cuando algunos futbolistas del Villacarlos agredieron a los visitantes, un acto que rápidamente escaló fuera de control.
En medio de la confusión, familiares de ambos equipos ingresaron al campo, agravando aún más la situación. Según los testimonios y vídeos difundidos, el padre de un jugador del Villacarlos agredió físicamente a otro del Ciutadella, aumentando la tensión en el lugar. Esta intervención dejó a jugadores y miembros del cuerpo técnico del equipo visitante buscando refugio en el banquillo, donde esperaron la llegada de la Policía.
La Federación Balear de Fútbol condenó enérgicamente los hechos, resaltando la necesidad de tolerancia cero hacia estos comportamientos. En un comunicado, la federación señaló que este tipo de actitudes son inaceptables y van en contra de los valores del deporte.
Estos comportamientos menospreciables no tienen cabida ni en el deporte ni en la sociedad.
Este incidente es un recordatorio de los desafíos que enfrenta el fútbol base para mantener un ambiente saludable y seguro. Más allá de los eventos ocurridos, se necesita un compromiso colectivo de jugadores, entrenadores, familias y autoridades para erradicar la violencia y fomentar el respeto.
La reflexión es clara: el deporte no debe ser un escenario para conflictos, sino una herramienta para formar valores y construir una sociedad más justa y tolerante.