Publicado el 13/2/2025, 11:00:41 | Autor: Un cibernauta milenario
Mientras la mayoría de las personas miran al cielo y ven estrellas bonitas, Leonardo da Vinci veía ecuaciones flotando en el aire. Y cuando observaba un río, en lugar de relajarse con el sonido del agua, se ponía a analizar su flujo como si de un ingeniero loco se tratara. Así nació el códice Leicester, una recopilación de pensamientos donde Leonardo decidió resolver los misterios del universo con su propia lógica 🤯.
Si creías que tu libro de universidad era caro, espera a saber que el códice Leicester es el manuscrito más costoso jamás vendido. En 1994, Bill Gates, probablemente intrigado por si había algún truco para mejorar Windows escondido en sus páginas, lo compró por la modesta suma de 30 millones de dólares. ¿Valía la pena? Bueno, teniendo en cuenta que contiene estudios avanzados sobre agua, luz y astronomía, podría decirse que sí 💰.
Si alguien esperaba encontrar en este códice instrucciones para hacer una catapulta o un nuevo diseño de helicóptero, se llevó una sorpresa. Este manuscrito es puro pensamiento científico renacentista, y en él Leonardo escribe sobre:
Uno de los momentos más brillantes del códice Leicester es cuando Leonardo decide desmontar la creencia de que la luna emite su propia luz. En lugar de aceptar la idea popular, se da cuenta de que la luz proviene del sol y se refleja en la superficie lunar. Básicamente, da Vinci se adelantó siglos a los astrónomos modernos, mientras el resto de la gente aún debatía si la luna era una esfera mágica o un queso gigante 🌕.
Pero el hombre no se quedó solo con la astronomía. También analizó el agua con una obsesión que haría sentir orgulloso a cualquier científico actual. Describió cómo los ríos erosionan la tierra, cómo las corrientes se mueven y hasta predijo que el agua subterránea juega un papel clave en la geología. Para él, el agua era una fuerza de la naturaleza que moldeaba el mundo mucho más de lo que la gente de su época podía imaginar 🌊.
El códice Leicester demuestra que para Leonardo no había temas pequeños. Si algo le generaba curiosidad, lo analizaba hasta el más mínimo detalle, sin importar si se trataba del flujo de un río o del brillo de la luna. Tal vez por eso sigue siendo una de las mentes más fascinantes de la historia. Y si Bill Gates pagó millones por su libreta de notas, tal vez sea hora de empezar a guardar los apuntes de clase. Nunca se sabe quién querrá comprarlos en el futuro 😆.