Publicado el 13/2/2025, 11:13:42 | Autor: Un cibernauta milenario
Si hoy en día la gente se pasa horas jugando con filtros de luz en las fotos del móvil, Leonardo da Vinci lo hacía hace siglos, pero con papel, tinta y un nivel de obsesión que haría palidecer a cualquier diseñador gráfico moderno. El códice de Turín es la prueba de que este hombre no solo inventaba máquinas voladoras y pintaba cuadros, sino que también se dedicaba a estudiar la luz, los reflejos y las matemáticas con una dedicación casi enfermiza. Lo que para muchos era simplemente el sol entrando por la ventana, para él era un problema geométrico que había que resolver 🤯.
En una época en la que la única manera de iluminarse era con velas y fuego, Leonardo decidió que la luz era demasiado interesante como para simplemente usarla. En lugar de aceptar que las cosas brillaban porque sí, empezó a hacer estudios sobre cómo la luz se movía, rebotaba y se colaba por las rendijas de su taller. Básicamente, convirtió su curiosidad en ecuaciones y bocetos que hoy en día todavía sorprenden a los científicos 📖.
Las páginas del códice están llenas de líneas, flechas y diagramas que intentan capturar lo que nuestros ojos ven todos los días sin pensar demasiado. La manera en la que una sombra se alarga al atardecer, cómo cambia el color del agua según la profundidad o por qué los espejos reflejan la realidad pero con un giro inesperado. Leonardo tenía preguntas para todo y, lo mejor de todo, intentaba responderlas con ciencia.
El códice de Turín no es un libro de cuentos ni un diario personal. Es un campo de batalla donde la luz y la geometría se enfrentan en una guerra de trazos y números. En sus páginas, Leonardo se dedicó a:
Si le hubieran dado un láser, probablemente habría pasado días estudiándolo en lugar de inventar máquinas de guerra. En este códice, Leonardo analiza cómo la luz cambia de dirección al pasar por diferentes medios y por qué los reflejos no son aleatorios. Para él, un simple charco en el suelo era un laboratorio de física esperando a ser investigado 🔬.
Uno de los temas que más le interesó fue cómo la luz se dispersa en el agua. Observó que los rayos de luz no viajan en línea recta cuando atraviesan líquidos y desarrolló sus propias hipótesis sobre este fenómeno. Sin saberlo, estaba tocando conceptos de refracción que más tarde se explicarían con la óptica moderna. En su época, esto debió parecer pura magia.
Leonardo también se tomó muy en serio la geometría. Desde cómo encajan las formas en el arte hasta cómo la naturaleza sigue patrones matemáticos. Lo que para otros era una simple espiral en una concha, para él era una ecuación esperando ser resuelta. En este códice, aplicó sus estudios a todo, desde la arquitectura hasta la anatomía, como si el mundo entero fuera una gigantesca fórmula matemática 📏.
Hay bocetos en los que estudia la proporción del cuerpo humano, intentando encontrar relaciones geométricas entre sus partes. Si alguna vez has oído hablar del Hombre de Vitruvio, sabrás que a Leonardo le encantaba medir cosas. En este códice, llevó esa obsesión un paso más allá, tratando de entender cómo la geometría gobierna cada aspecto de la existencia.
En el códice de Turín, también hay experimentos con espejos. Reflexiona sobre por qué un espejo devuelve la imagen invertida y qué ocurre cuando se colocan dos espejos enfrentados. Básicamente, estaba explorando los principios básicos de la reflexión mucho antes de que la óptica fuera una disciplina formal.
Si hubiera tenido acceso a una cámara de fotos, probablemente habría inventado la fotografía siglos antes de que se hiciera realidad. Pero en su época, lo más cercano que tenía era un pulido trozo de metal y una cantidad absurda de paciencia para dibujar cada uno de sus descubrimientos.
Uno de los aspectos más curiosos del códice es su interés por las sombras. Leonardo estudió cómo las sombras cambian de forma y cómo el ángulo de la luz afecta la percepción de los objetos. Si alguna vez has intentado hacer figuras con las manos en la pared usando una lámpara, él estaba haciendo lo mismo, pero con ecuaciones.
Gracias a estos estudios, pudo aplicar sus conocimientos en pintura, logrando efectos de iluminación que harían que cualquier artista contemporáneo se sintiera un principiante. Si te has preguntado por qué sus cuadros tienen ese juego de luces y sombras tan perfecto, aquí tienes la respuesta.
El códice de Turín es la prueba de que Leonardo no podía ver nada sin preguntarse cómo funcionaba. No le bastaba con saber que la luz iluminaba, tenía que descomponerla en ángulos, sombras y fórmulas. Si viviera hoy, probablemente pasaría más tiempo ajustando el brillo y el contraste de las fotos que pintando la Mona Lisa 😆.
Este manuscrito nos muestra que, aunque hoy damos por sentadas muchas cosas, hubo un tiempo en el que alguien tuvo que descubrirlas desde cero. Y ese alguien, en este caso, fue Leonardo, el hombre que no podía ver ni un rayo de sol sin preguntarse de dónde venía y hacia dónde iba.
Así que la próxima vez que ajustes la luz de tu habitación o te preguntes por qué tu sombra se alarga al atardecer, recuerda que hace siglos alguien ya se estaba rompiendo la cabeza con esas mismas preguntas, solo que sin electricidad y con una pluma en la mano ✍️.