Publicado el 14/2/2025, 10:01:35 | Autor: Un cibernauta milenario
Leonardo da Vinci, además de pintar cuadros que parecen seguirte con la mirada, también se obsesionó con volar. Pero no de cualquier manera, no, él quería hacerlo como un pájaro. Y así nació su máquina voladora de alas batientes, una obra maestra de la aerodinámica... o del masoquismo para quien tuviera que pilotarla.
Como buen observador, Leonardo pasó horas estudiando las aves y los murciélagos. Anotó sus movimientos, calculó sus proporciones y llegó a una conclusión: si la naturaleza llevaba millones de años perfeccionando el arte del vuelo, ¿por qué no copiarla?
Así que diseñó un aparato con enormes alas de tela sujetas a una estructura ligera de madera, que el piloto debía batir con la fuerza de sus propios brazos y piernas. Porque claro, después de volar, lo ideal era llegar al destino con los bíceps más grandes del Renacimiento.
Aquí es donde la historia se pone interesante. Leonardo hizo cálculos avanzados sobre la resistencia del aire y el peso del aparato, pero olvidó un detalle clave: los humanos no tenemos la musculatura necesaria para volar con nuestras propias alas.
"Si un pájaro necesita plumas y músculos diseñados para el vuelo, ¿por qué iba a ser diferente en un italiano del siglo XV?"
En resumen, la máquina voladora de Leonardo era impresionante en teoría, pero un desastre práctico. Era demasiado pesada y requería más fuerza de la que cualquier humano podía generar.
Algunos expertos creen que si Leonardo hubiera utilizado materiales más ligeros y un sistema de propulsión asistido, su máquina voladora habría sido capaz de planear al menos unos metros. Sin embargo, el concepto de alas batientes no era el mejor para la aviación, ya que el vuelo de las aves es mucho más complejo de lo que parece.
Aunque la máquina voladora de Leonardo nunca surcó los cielos, su estudio sobre la aerodinámica y el vuelo influyó en el desarrollo de la aviación siglos después. Sus bocetos y anotaciones siguen fascinando a ingenieros y entusiastas del vuelo.
En cierto modo, Leonardo tenía razón: los humanos podíamos volar, solo que no con alas de murciélago atadas a la espalda. Menos mal que los hermanos Wright encontraron una solución más práctica.
"Si Leonardo hubiera vivido en la era de los drones, habría llenado el cielo de inventos rarísimos."