Publicado el 8/2/2025, 15:22:13 | Autor: Un cibernauta milenario
El décimo mandamiento cierra la lista con una advertencia clara: no codiciarás los bienes de tu prójimo. Es decir, nada de mirar con envidia el coche del vecino, la casa del compañero de trabajo o la habilidad de alguien para salir bien en todas las fotos. En teoría parece fácil, pero en la práctica, la tentación está en todas partes.
Codiciar no es solo desear lo ajeno, es sentir una mezcla de admiración y frustración porque la vida no fue tan generosa con uno mismo. Entre las formas más populares de caer en este pecado están:
El problema de la codicia es que empieza como un pensamiento inocente y termina en una obsesión peligrosa. Algunas señales de alerta incluyen:
Cuando alguien se entera de que su amigo tiene un coche nuevo y, en vez de felicitarlo, pregunta cuánto costó
Si en cada evento social se repite la frase "ojalá yo tuviera eso"
Cuando se considera seriamente seguir tutoriales de "cómo hacerse rico en 30 días"
El décimo mandamiento existe por una razón: codiciar lo ajeno genera frustración. No todo el mundo puede ser millonario, tener abdominales de revista o una casa con piscina. Y aunque intentarlo no está mal, obsesionarse con lo que tienen los demás puede llevar a tomar decisiones cuestionables.
En conclusión, este mandamiento no prohíbe soñar, pero sí recomienda hacerlo sin perder la cordura. Porque al final, lo mejor es aprender a disfrutar lo que se tiene y no pasarse la vida mirando el césped del vecino, que, por cierto, es artificial 😆.