Publicado el 10/2/2025, 17:13:27 | Autor: Un cibernauta milenario
Los nefilim, hijos de los ángeles caídos, fueron el resultado de una transgresión que alteró el equilibrio del mundo. Su existencia, marcada por la fuerza y la arrogancia, representó una amenaza para la humanidad y para la armonía de la creación. A pesar de su poder, su destino estaba sellado. La justicia debía prevalecer y su presencia no podía ser tolerada indefinidamente.
Los nefilim no eran simples hombres de gran tamaño. Eran criaturas con habilidades superiores, herederas de conocimientos prohibidos. Su poder les permitió establecer su dominio sobre la humanidad, instaurando un reinado de terror y sometimiento.
Sin límites ni leyes que los contuvieran, los nefilim se convirtieron en los amos del mundo. No reconocían autoridad alguna y su única regla era la imposición de su voluntad por la fuerza.
El mundo bajo el control de los nefilim era un lugar de caos y desesperación. Su presencia no trajo orden, sino un desequilibrio constante. En su dominio, la humanidad dejó de ser libre y se convirtió en una especie sometida a su poder.
La corrupción que una vez inició con los vigilantes ahora había alcanzado su punto máximo. La humanidad, ya golpeada por su influencia, clamaba por la intervención que pusiera fin a la era de los gigantes.
El clamor de la humanidad no fue ignorado. La corrupción había alcanzado su límite y la única solución posible era la erradicación de los nefilim. Su existencia no podía ser tolerada más tiempo, pues representaban una aberración dentro del orden del universo.
Se decretó que estos seres serían eliminados y que ninguna huella de su linaje quedaría sobre la Tierra. Este juicio no solo se dirigía contra ellos, sino también contra aquellos que los engendraron, los ángeles caídos que los trajeron al mundo.
Los nefilim desaparecerán de la faz de la Tierra, y su recuerdo será borrado de la historia.
El juicio no sería lento ni gradual. Sería una intervención definitiva y contundente. Lo que los nefilim habían construido con su poder se desmoronaría ante la justicia del Altísimo.
Los nefilim, a pesar de su tamaño y fuerza, no pudieron resistir el juicio que caía sobre ellos. En su orgullo, pensaban que eran invencibles, pero pronto comprendieron que su destino estaba sellado. Fuerzas superiores se levantaron contra ellos, y lo que parecía un dominio eterno se desvaneció en el polvo del tiempo.
El mundo, que había temblado bajo su peso, ahora se liberaba de su carga. La creación comenzaba a sanar, y la humanidad pudo recuperar su camino sin la sombra de estos seres acechando sobre ellos.
El juicio de los nefilim no terminó con su destrucción física. Se decretó que su recuerdo debía desaparecer, que su legado de corrupción no podía ser transmitido. La historia de su existencia sería borrada, y con el tiempo, su nombre dejaría de ser mencionado.
Ninguno de ellos permanecerá, y su memoria se desvanecerá con los siglos.
Así, lo que alguna vez fue una amenaza inmensa se convirtió en un relato perdido, en una advertencia sobre lo que sucede cuando el orden es violado y la arrogancia desafía el equilibrio del universo.
El destino final de los nefilim según Enoc es un recordatorio de que ningún poder, por grande que parezca, es eterno si su existencia se basa en la corrupción y el desequilibrio. La historia de estos seres no solo habla de su caída, sino de la restauración del orden después de su desaparición.
El relato de su destrucción es una advertencia sobre la arrogancia y el abuso del poder. Ninguna fuerza puede sostenerse indefinidamente si su existencia va en contra del orden natural del mundo.