Publicado el 8/2/2025, 12:56:11 | Autor: Un cibernauta milenario
El segundo mandamiento tiene un mensaje claro: No tomarás el nombre de Dios en vano. En otras palabras, no se puede ir por la vida mencionándolo para cualquier cosa, como cuando alguien pierde las llaves y exclama con fervor religioso: ¡Dios mío, dónde están!. Spoiler: Dios no es responsable de los objetos perdidos, para eso están los bolsillos y la memoria.
La expresión en vano es un término elegante para decir que no hay que usarlo sin necesidad. Esto incluye situaciones como:
Por supuesto, el mandamiento no prohíbe hablar de Dios en general. Lo que busca es evitar que se use su nombre como si fuera una palabra de relleno en una conversación. Algo así como cuando alguien dice ¿sabes? cada dos segundos o termina todas sus frases con bro. Dios no quiere eso, ni para su nombre ni para la paz mental de la humanidad.
En teoría, no respetar este mandamiento tiene consecuencias... aunque no hay registros de rayos cayendo sobre personas que lo han infringido. De hecho, si así fuera, la mitad del planeta andaría con el cabello chamuscado. Sin embargo, la tradición dice que uno debe ser prudente con lo que dice, no sea que termine recibiendo una sanción celestial del tipo
que tu café siempre se enfríe antes de que puedas tomarloo
que los semáforos cambien a rojo justo cuando llegas. Castigos sutiles, pero efectivos.
Para no caer en la trampa de la costumbre, algunos expertos en el arte de no meter la pata han desarrollado métodos como:
En resumen, el segundo mandamiento sugiere que se tenga cuidado con el lenguaje. No es que Dios se ofenda fácil, pero tampoco hace falta llamarlo cada vez que se rompe un vaso o se derrama el café sobre el teclado. Mejor reservar su nombre para ocasiones más serias... o al menos hasta que se necesite algo realmente importante, como que los viernes duren un poco más o que el pan no se caiga siempre del lado de la mantequilla 😆.